Llegué a este Barrio, en el año 1968, empujada por el cambio que se produjo en el IMS, Instituto de Misioneras Seculares, al que pertenezco.
En el Instituto, hasta la finalización del Concilio Vaticano II, habíamos vivido una etapa diferente, aunque siempre con una disposición de apertura para responder a las necesidades que se detectaban: “Respondan al momento actual que para eso son”[1].
Mª Camino Gorostiza, que fue Cofundadora junto a D. Rufino Aldabalde de nuestro Instituto, se trasladó a Roma cuando comenzó la Celebración de este Concilio, con el fin de seguir de cerca aquel Pentecostés y poder captar más fielmente la llamada del Espíritu a la Iglesia y también al IMS, puesto que somos parte de ella.
A su regreso de Roma, llegó convencida de que nosotras necesitábamos un “agiornamiento”, un cambio, para ser fieles a la nueva llamada que el Concilio había hecho a toda la Iglesia, con la decisión de que emprendiéramos estos cambios desde nuestra propia identidad de consagración secular.
Para comenzar el proceso, se organizaron unas Jornadas de reflexión en torno a la experiencia del Concilio y con sus documentos finales. Participamos en estas Jornadas todas las compañeras del Instituto, exceptuando aquellas que tuvieron impedimentos insalvables.
Entonces, yo estaba en Reus trabajando en un Centro de Formación Ocupacional con chicas y viviendo con otras compañeras en el mismo Centro.
En estas Jornadas y a partir de ellas, experimentaba personalmente la llamada de Jesucristo a vivir y comprometerme de una forma diferente, teniendo como marco prioritario dos polos: la “Opción por los pobres” vivida en “Secularidad”. Con esta llamada y las preocupaciones que sentía para responder a ella, reflexioné, oré mucho y lo compartimos en el grupo IMS.
A lo largo de este proceso, se tomó la decisión de que en el Centro de Reus se quedara solo una compañera del Instituto que asumía la dirección del mismo trabajando con un grupo de profesionales que no eran del IMS. Entonces, yo comencé a buscar dónde y cómo vivir y qué hacer para responder a la insistente llamada que percibía.
En esta búsqueda, las compañeras del IMS que estaban en Tarragona me hablaron de un sacerdote que les solicitaba que alguna de nosotras fuera a vivir en el nuevo Barrio de Bonavista para acompañar a las familias que se iban asentando allí. Me puse en contacto con este sacerdote que me invitó a conocer el barrio y allí descubrí la posibilidad de responder a esta nueva llamada.
De este modo llegué a Bonavista era un terreno rústico de antiguos viñedos y algarrobos y allí encontraron centenares de familias el lugar para su asentamiento. Una vez parcelado se levantó el barrio, casi de la noche a la mañana, carente de infraestructura de todo tipo (sin agua, luz, sanidad, escuelas…). Aquella gente venía buscando una vida más digna huyendo de la pobreza… y me quedé aquí, en el barrio, compartiendo la búsqueda con ellos y acompañando la misma.
Aquí todo era urgente, pero una de las situaciones más urgentes a solucionar era la carencia de escuelas que, poco a poco se iba superando, Pero quedaba una laguna importante: muchos jóvenes que venían ya tenían 14 años y no se podían escolarizar en EGB. Por este motivo, se proyectó la Escuela Profesional con el fin de que estos chicos y chicas adquirieran una formación integral y la preparación profesional necesaria para poder trabajar: electricidad, mecánica y administrativo. Desde entonces, me integré en este proyecto.
Las circunstancias económicas del barrio y del centro no permitían que yo pudiera disfrutar de un contrato de trabajo. Pero como, de antemano, había elegido servir a las personas que más carecían de recursos, en Bonavista experimenté un modo de vivir la opción por los pobres, con una cierta inseguridad, como todos sus habitantes del barrio, queriendo ser fiel a los nuevos planteamientos del IMS.
Junto con ellos, viví colaborando para que el barrio fuera nuestro hogar, luchando con ellos, acompañando para ir consiguiendo que llegara la luz y se iluminaran las calles, el agua a los hogares, el asfalto de las calles, en fin todo lo necesario para se fueran normalizando las vidas de las familias. Los hombres encontraban trabajo de peones en la construcción y las mujeres, en principio, limpiando las casas de la burguesía de Tarragona (ciudad)…
Una vez abierta esta Escuela y cuando hubo recursos, trabajé en ella hasta mi jubilación. He dejado el trabajo profesional, pero he seguido residiendo en el barrio, dedicando mi tiempo a otras tareas desde el voluntariado.
Políticamente, fue un barrio inquieto. la Parroquia tuvo una parte importante en este proceso de conquista de los derechos de los ciudadanos, dejaba los locales a disposición de los vecinos para que se organizaran y, también para la formación político-social, tanto de hombres como de mujeres.
Actualmente, el Barrio ya es otra cosa, con una gran conciencia de ciudadanía. Sin embargo, a partir de la llegada de la Covid-19, toda su población está viviendo una nueva situación diferente muy dura, como consecuencia de los efectos de esta pandemia: Inseguridad, muchas personas afectadas por el virus el fallecimiento de vecinos muy queridos, llorar con ellos, la pérdida de trabajos que estaban en precario, los pequeños negocios que no resisten el día a día….
Después de tantos años, intento seguir viviendo en el “día a día” con paz y caminando con esperanza, respondiendo desde las posibilidades que me dan los 94 años vividos.
[1] Decía D. Rufino Aldabalde a las primeras compañeras del Instituto.
Reconocimiento a Maite Almandoz
con el «Punt de llibre – Tarragonines»
Consell de Donas, Tarragona
En el año 2010 se constituyó en Tarragona el Consell de Donas, siendo concejala del Servicio a la Persona, Victoria Pelegrín. Este Consell sigue activo actualmente.
Una de las actividades realizadas por el mismo, ha sido la creación de los “Puntos de libro” con el título de “Tarragonines”, que se otorga cada año el 8 de marzo, Día de la Mujer, con el fin de reconocer a mujeres de Tarragona su encomiable esfuerzo y colaboración, en las diversas facetas: educación, cultura, movimiento vecinal, mundo obrero, etc.
El presente año, se realizó este reconocimiento, entre otras mujeres a Maite Almendoz, una “chicarrona” nacida en Astigarraga, cerca de Donostia, y que, desde que tenía 20 años como respuesta a sus convicciones cristinas, decidió dedicar su vida al servicio de las personas más necesitadas, de modo especial a las jóvenes y que desde el año 1968 vive, acompaña y trabaja en el Barrio de Bonavista.
Teresa Fortuny de CCOO de Tarragona
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